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Intervención Francesa

 El gobierno liberal en 1861

La Guerra de Reforma concluyó con la derrota de los conservadores, pero éstos no se consideraban todavía totalmente vencidos ni habían desechado la idea de una monarquía europea que, aparte de favorecer sus propios intereses y mantener sus privilegios, fuera la solución para los males de México. Durante el periodo comprendido entre la Independencia y la Reforma no hubo cambios sustanciales en la estructura social de México. No obstante, Juárez fue ratificado por la Asamblea y se le autorizó a solicitar un préstamo por 1 millón de pesos para luchar contra la reacción, y también se le autorizó suspender las garantías individuales, incluso a los miembros de la prensa. Este hecho provocó la indignación de la Asamblea, que autorizó al gobierno a recurrir a cualquier medio para acabar con las guerrillas y, mediante un decreto, los dirigentes reaccionarios Las elecciones presidenciales. En junio de 1861, cinco meses después de que el gobierno liberal llegara a la capital y en medio de una fuerte agitación política, el Congreso declaró a Juárez presidente constitucional para el cuatrienio 1861-1865. Días más tarde, el general Jesús González Ortega fue nombrado presidente de la Suprema Corte de Justicia. Los bienes del clero se habían confiscado teóricamente, pero al efectuarse la nacionalización, se encontró que la riqueza eclesiástica valía menos de lo que se suponía y de lo que habían calculado los acreedores ingleses, quienes en 1856 habían hecho una investigación para evaluar el monto de los bienes clericales con los que México podría pagar su deuda externa. La deuda «contraída en Londres» era en realidad el último convenio sobre la deuda que México tenía con Inglaterra desde los primeros años de vida independiente. Tal convenio había resultado favorable para México, ya que se consiguió la reducción del interés vencido y del porcentaje del interés por pagar, cubierto puntualmente en los tres años siguientes y suspendido al estallar la Revolución de Ayutla. Juárez había tenido que reconocer las deudas contraídas por México con los extranjeros durante la Guerra de Reforma, sobre todo las correspondientes al gobierno liberal, las cuales habían empezado a pagarse. Jecker, un suizo nacionalizado francés, de manera que esos bonos formaban parte de la deuda de México con Francia. Los bonos por la deuda del gobierno conservador durante la guerra civil tenían un valor aproximado de 55 millones de pesos, de los cuales Juárez sólo reconoció la suma de 1 millón 600 mil, cantidad realmente recibida en efectivo por Miramón.

La deuda externa de México en 1861 estaba compuesta de la siguiente manera:

$69 millones 994 mil 542.54 a los ingleses

2 millones 800 mil 762.03 a los franceses

9 millones 460 mil 986.29 a los españoles

Reacción de los países acreedores

Desde tiempo atrás se encontraba en Europa una representación de ese grupo de monarquitas mexicanos, y había ofrecido el trono de México a los príncipes de la dinastía reinante española, pero los problemas políticos internos de España impidieron la realización del trato. La decisión de Juárez de suspender el pago de la deuda externa dio a Napoleón la oportunidad de contar con el respaldo de Inglaterra y España para invadir a México con el pretexto de las reclamaciones financieras. Guerra de Secesión impedía a Estados Unidos intervenir a favor de México. La nación del norte era un potencial enemigo común para los tres países europeos en cuestión, pero a su vez cada uno de ellos tenía un interés específico en la intervención en México. Para este país, México era la nostalgia de una riqueza perdida, el remordimiento de errores pasados, la búsqueda de una nueva oportunidad que, si no iba a restituirle la hegemonía colonial, le ayudaría al menos a resolver los conflictos del presente. Sin embargo, España se preparaba a intervenir también, a pesar de que Inglaterra no estaba de acuerdo en que se les uniera, y se disponía a atacar Tampico y Veracruz desde Cuba, al tiempo que proponía a Inglaterra y a Francia una acción conjunta, no sólo con el propósito de exigir el pago de las reclamaciones, sino para que unidas pudiesen establecer «un orden regular y estable para México». La Convención firmada en Londres el 31 de octubre de 1861 argumentaba en principio que «debido a la conducta arbitraria y vejatoria de las autoridades de la República de México», los gobiernos de las tres naciones se veían obligados a «exigir una protección más eficaz para las personas y propiedades de sus súbditos, así como el cumplimiento de las obligaciones que la misma República tiene contraídas para con ellos». La unidad de las potencias europeas era sólo aparente, puesto que cada una tenía intenciones no manifiestas en la expedición a México, la Convención de Londres podría ser interpretada de acuerdo con la conveniencia de cada una de las partes. Para llevar a cabo la expedición, los gobiernos de las tres naciones europeas dieron instrucciones por separado a sus respectivos comisionados cuando, de acuerdo con lo establecido en la Convención, debieron hacerlo de forma conjunta, reuniendo sus tropas en La Habana, de donde debían partir y presentarse juntas ante México. 
Este último, un reconocido liberal de gran experiencia política y de suma influencia en su país, había sido gobernador de Puerto Rico y estaba casado con una dama mexicana, circunstancias que inclinarían su actuación a favor de la soberanía de México. Prim no había participado en la ocupación de Veracruz cuando la escuadra española se adelantó para tomar ventaja sobre las otras dos delegaciones, sino que llegó poco después de éstas, y mientras estuvo en México al frente de las tropas españolas, su actitud fue siempre de respeto al gobierno constituido de la República. En la contestación a dicha nota, el gobierno republicano se decía satisfecho por las buenas intenciones de los aliados, pero agregaba que México no necesitaba de la fuerza armada extranjera para consolidar su gobierno. Sin embargo, México condicionaba ahora la disposición de cumplir con las exigencias de las potencias europeas a que fueran reembarcadas las tropas y se efectuaran pláticas en Orizaba. El 25 de enero, Juárez expidió una ley por la que condenaba a muerte a todo aquel que conspirara contra la independencia de México. Manuel Doblado, ministro de Relaciones de México, aprovechó la ocasión para entrar en negociaciones. Además los hospitales que tuvieran los aliados quedarían bajo la salva-guarda de México. Daba comienzo así el conflicto armado entre México y Francia . Las tropas liberales, al mando de Ignacio Zaragoza, trataron de detener al ejército franco-mexicano en las cumbres de Acultzingo sin conseguirlo, pero después, reconcentradas en Puebla, lograron la histórica victoria del 5 de mayo de 1862 contra el ejército intervencionista. Las fuerzas franco-mexicanas entraron a la capital el 10 de junio, al mando de Elías Federico Forey, general francés enviado por Napoleón III para sustituir a Lorencez y traer a México tropas de refuerzo.

La intervención consumada

En caso de que por circunstancias imposibles de prever, el archiduque Fernando. Maximiliano no llegase a tomar posesión del trono que se ofrece, la Nación mexicana se remite a la benevolencia de S. Vidaurri rompió definitivamente con Juárez, partió hacia Texas y poco después regresó a México para adherirse al imperio. Aquella lucha parecía no tener fin cuando llegó a México el nuevo monarca, a fines de mayo de 1864. Después de que Napoleón III decidiera apoyar los planes de los monarquitas mexica-nos, se ofreció el trono de México al archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, hermano del emperador Francisco José de Austria. Allí recibió la primera proposición de Napoleón III para ocupar el trono de México, en septiembre de 1861, cuando se formaba la Alianza Tripartita contra México, y el ofrecimiento oficial de la delegación mexicana en octubre de 1863. Había pedido que su gobierno en México fuera respaldado por Francia, Inglaterra y España, pero con el rompimiento de la Triple Alianza fue imposible que estos últimos dos países le brindaran su respaldo, por lo que debió conformarse únicamente con el apoyo de Napoleón. Se establecía que las tropas francesas se irían reduciendo de 38 mil hombres que había en México en 1865, a 25 mil en 1866 y a 20 mil en 1867. Además, en los mismos artículos adicionales secretos del tratado, Maximiliano se comprometía a reconocer todas las medidas adoptadas hasta entonces por los comandantes franceses y por la Regencia, entre las que se encontraban unas disposiciones de carácter liberal establecidas por Forey. Maximiliano, la aceptación al trono de México estuvo condicionada por un pacto de familia que el emperador austriaco, hermano de Maximiliano, le obligó a firmar. Maximiliano y Carlota se dirigían a su destino confiados en que el pueblo mexicano estaba ávido de recibir la guía de un inteligente soberano euro-peo que resolviera sus problemas y condujera el país por el camino del progreso. La aventura de México debe haberles resultado muy atractiva para que, desoyendo las voces que les advertían sobre lo arriesgado de la empresa, y sin estudiar la verdadera situación del país, se dejaran convencer por quienes tenían particulares intereses en ofrecerles el trono de una nación tan ajena a los archiduques.

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